I. Introducción.
Queda muy poco para que demos por finalizada la temporada Aries, y quiero aprovechar la oportunidad para contribuir a reformular la visión y la narrativa que de manera extendida tenemos como sociedad y cultura sobre el planeta Marte y la energía Ariana.
Hasta ahora, hemos tenido un año de marcada influencia Marcial. En un período de tiempo relativamente corto, la energía de impulsos, inicios y auto-afirmación ha estado activada de manera recurrente gracias a diferentes eventos astrológicos. No tenemos más que observar los tránsitos de Enero, Febrero, Marzo y Abril para darnos cuenta. El inicio del año 2019 ya señalaba la entrada de Marte en Aries el 2 de Enero, signo de que -nos guste o no- estábamos iniciando algo, renaciendo o siendo pioneros, conquistadores y/o valientes en algún área de nuestras vidas, bien desde la responsabilidad o recibiendo violentamente impulsos externos que nos impulsaban al movimiento. Seguidamente, hemos tenido -entre otros- un par de lunas llenas en el eje aries-libra, la entrada de Kirón en Aries, la conjunción Marte con Urano en este último signo, la cuadratura de Marte (en domicilio) con los gigantes del cielo -Saturno y Plutón- formando un gran trígono de fuego con la luna en Leo. Por si fuera poco, actualmente, tenemos a Marte en Géminis y Mercurio en Aries en recepción mutua (uno en el domicilio del otro) potenciándose y, aunque muy pronto se acabe la temporada Aries, Marte no deja de ser protagonista porque próximamente tendrá su oposición con Júpiter en Sagitario -tema que abordaremos en los tránsitos de Mayo-.
Esta claro que, conscientes o no, hemos sentido los impulsos de Marciales/arianos durante todo el primer tercio de este año. Con esta memoria todavía fresca sobre, cómo o en donde nos hemos sentido movilizados, o la vida nos ha impulsado a improvisar y confiar en nosotros mismos con acción y decisión, es buen momento para entrar a debatir al detalle sobre la energía de Marte o la chispa Ariana. Al mismo tiempo, mi objetivo es cuestionar las simplificaciones sobre las nociones más extendidas y limitantes sobre la violencia como única vía de expresión de Marte. Para ello, partimos desde la premisa de que la función Marte como deseo, afirmación del Yo es indispensable para la vida, el impulso y el movimiento. No obstante, también es cierto que, mal canalizada puede ser impulsiva, impaciente, destructiva y muy torpe. La fuerza de un Marte muy dominante y mal integrado puede autosabotearnos: hacernos proclives a la acción por compulsión -drenando nuestra energía-, siendo avasallantes y alejándonos de quienes pueden convertirse en aliados, o haciéndonos incapaces de sostener en el tiempo los cambios o proyectos iniciados. Cómo toda cualidad, es una moneda de dos caras y su manejo nos traerá diferentes resultados por exceso o por defecto. En este orden de ideas quiero reiterar que -como sabéis quienes me seguís- considero que las recomendaciones generales que se hacen desde la astrología -o cualquier herramienta de autoconocimiento- bien sea a propósito de los tránsitos o de una posición planetaria determinada en la carta individual, deben ser manejadas con criterio y sometidas al ojo crítico de NUESTROS propios procesos y necesidades personales. Si quieres leer más sobre mi posición a este respecto te recomiendo hacer click aquí.
En consecuencia, os adelanto que dirijo este post especialmente a quienes tienen cartas con energías predominantemente receptivas (Ying) en la carta natal y que les cuesta integrar o manejar la energía marcial más activa (Yang). Esto puede ocurrir -entre otros muchos supuestos- por ejemplo, a personas con un neptuno, venus o luna en domicilio o exaltación o muy dominantes/regentes en la carta, con cartas con mucha agua o tierra o para quienes aún teniendo un marte acentuado, puedan tener esta energía mal canalizada y/o en tensión con otros núcleos energéticos menos autoafirmativos (si quieres saber cual es la situación de tu marte natal o el balance de tus energías activas y receptivas puedes solicitar un estudio personalizado haciendo click aquí.)
Sin querer ser sexista, creo que este artículo puede ser especialmente esclarecedor para muchas mujeres a quienes -usualmente-, dentro del proceso de socialización de la cultura occidental patriarcal, no se nos refuerza la adecuada integración de Marte (el deseo/la valentía/la unilateralidad/el sano egoísmo (aspectos proactivos). Lo que nos dificulta entenderlo e integrarlo como parte de nuestra identidad. Generando, en todo caso, múltiples consecuencias para nosotras a nivel individual y social. Esto, por supuesto, también aplica para algunos varones cuyas cartas natales pueden tener predominancia de posiciones o aspectos más receptivos (Ying). Para mí, no es una cuestión de sexo, si no más bien de construcción de la identidad. Hago la aclaratoria sobre las mujeres por una cuestión cultural mayoritaria, en la que las estructuras de género refuerzan a unas y a otros ciertos roles, que a largo plazo generan tensiones interiores respecto a lo que sienten y quieren y sus comportamientos en pos de la aceptación y/o adaptación social.
II. Marte: Agresividad Vs. Violencia
Entrando al asunto principal, la temática con Marte, empieza -a mi parecer- desde una conceptualización errada, que deviene en una muy escasa "aceptación" de este arquetipo en la sociedad. Marte, recordemos, es la figura del guerrero y suele conectarse muchas veces con la violencia, la imposición y la explosividad. Pero, precisamente se transforma en todas esas cosas cuando ha sido reprimido y su pulsión esta mal canalizada. Esto se ve claramente en un reciente artículo* del psicoterapeuta Juan José Alcazar, quien desde la mirada Gestáltica señala:
"la agresividad es un instinto y la violencia es la «incorrecta» gestión de esta energía instintiva que todo ser vivo tiene".
Cuando le damos cabida a Marte en nuestra vida, hablamos de una agresividad vivificadora y necesaria. La motivación interna para perseguir nuestro deseo, la ilusión, la fuerza y la valentía para tomar riesgos y decisiones en pro de nuestro bienestar. La energía para sostener la "molestia" de poner limites claros y firmes para preservar el yo y hacer valer mis necesidades. Todo esto también es Marte. Pero qué suele ocurrir?
Tal como señala en su artículo* el referido psicoterapeuta existe una diferencia importante entre violencia y agresividad. "La agresividad es un concepto originario de la biología, vinculado con el instinto sexual y el sentido de territorialidad (...) En términos generales, la agresión es un ataque no provocado, producto de conductas aprendidas, mientras que la violencia hace referencia a una conducta con la intención de hacer daño." A este respecto, añade: "El comportamiento agresivo hace referencia a una conducta o estado emocional que nos lleva a defender nuestros derechos, infligiendo daño físico (o psíquico) a otras personas". De lo expuesto observamos que la agresividad es un instinto. Nos acerca a nuestra verdadera naturaleza animal y quizás por eso, no nos gusta. En el proceso de socialización la agresividad es más reprimida que regulada -más aún, si se es mujer-. La cultura y la educación, en vez de modular esta función y acompañar al niñ@ en su maduración para que comprenda su función y el modo de manejarla, suele juzgarla. Ante la vivencia o expresión del impulso agresivo (al igual que el sexual), el niño encuentra una respuesta autoritaria, muchas veces desde la descalificación y/o la humillación.
La correcta canalización de este impulso viene del establecimiento de un límite amoroso que nos enseñe su potencial como impulso para el crecimiento y la optimización de nuestra nuestra vida. Para ello, debemos empezar por la normalización de la conducta agresiva, entendida como un mecanismo común a tod@s los seres vivos, necesario e imprescindible para el bienestar y la supervivencia. La mayor parte de estas conductas son, sobre todo, conductas de alimentación, apareamiento (competición), territorialidad o defensa. Esta función nos energiza, nos vitaliza e impulsa nuestra expresión hacia el mundo externo, cuando la castramos el impulso reprimido se dirige al mundo interno.
Así, puede ocurrir que esta ira y frustración contenida y acumulativa, deba ser drenada en episodios explosivos de ira o emocionalidad incontrolada o bien, que el individuo se desconecte del músculo de la voluntad y transforme su existencia en una apatía continua. Esto, cuando se cronifica puede derivar en procesos depresivos.
Es evidente que un período de depresión puede estar motivado por causas externas perfectamente comprensibles, situaciones vitales de cambio y crisis, como una separación o una pérdida, y esto es algo que todos experimentamos en un momento u otro de nuestra existencia. Pero, aquí queremos referirnos a procesos de depresión con raíces más profundas. Muy a menudo puede generarse por la profunda sensación de impotencia, frustración y rabia, que se genera al sentir que uno no puede elegir, que no tiene poder alguno sobre su propia vida. Una vida en la que nunca escucho y persigo mi deseo, en la que no me auto-afirmo, no me defiendo, no establezco límites y busco siempre complacer y/o atender al deseo del otro o las normas impuestas me genera muy poco o ninguno refuerzo o satisfacción individual. Entonces, se se genera un estado de apatía y de inercia; en el que se siente que no hay nada por lo que valga la pena preocuparse, ni siquiera enfadarse, porque se supone que, de todas maneras, por más que uno haga o diga, nada va a cambiar.
Siguiendo este paradigma, el ser humano ha sufrido una desnaturalización de sus instintos, llegando a deprimirse por la continua represión y la pérdida de la fuerza. Como señala Alcazar: "Llevamos cómo especie nuestra naturaleza instintiva en contra nuestra y llegamos a transmutar una energía de satisfacción en una función de dolor y sufrimiento." Además, el autor señala que la frustración del impulso agresivo también debilita y/o anula la capacidad de entrega, de compromiso conmigo mismo y con el otro y la titularidad del derecho al placer. Sin un adecuado impulso agresivo, lo primero que aparece es la desconfianza frente a nuestras propias capacidades para alcanzar nuestra satisfacción, en un mundo que ahora percibiremos como hostil y por tanto ante el cual, o nos defenderemos neuróticamente o nos inhibiremos depresivamente, en un círculo vicioso de víctimas y agresores.
En definitiva, querer y luchar por algo nos da sentido, ilusión y norte. Así, el camino no es reprimir a Marte (agresividad) si no, por el contrario integrarlo como parte de nuestro carácter. Sin embargo no debemos confundir carácter, con MAL carácter.
La agresividad, si se expresa de una manera ciega y con odio, no es un rasgo agradable en nadie. Ser Ariano, guerrero o marcial a veces parece implicar a un individuo impulsivo, impositivo que grita y/o insulta y esto no suele agradarle a nadie. Creo firmemente en que construir un nuevo modelo de liderazgo, que opere desde la inteligencia emocional, donde lo marcial pueda ser decidido, competitivo y dinámico -considerando las necesidades de los demás, motivando sus decisiones y gestionando desde el respeto la diferencia- es posible. Especialmente, cuando se aprende a no expresar la agresividad desde las heridas infantiles no cicatrizadas que afloran a la superficie. Si sabemos de forma madura cómo, cuándo, dónde y por qué poner límites, a través de una comunicación asertiva y actuando de manera consecuente para sostenerlos, y ser fiel a ellos y a nosotros mismos, la lucha no necesita violencia, ni imposición.
III. Integrando Marte en la práctica
Pero para conseguir un nivel sano de expresión de la agresividad, hay que entrenar nuestro Marte. Como un músculo que ha estado inactivo o, en algunos casos, sobre activado, es necesario empezar de a poco. Es aquí, donde viene bien conocer nuestra carta natal y
saber su posición y aspectos para encontrar actividades que "satisfagan" sus necesidades y empezar a activarlo y reconocerlo. Por ejemplo, practicar algún deporte para quienes tienen Martes en fuego, Incentivar el contacto con el cuerpo o perseguir objetivos concretos para martes en tierra, la expresión artística expresiva para canalizar la energía impulsiva de inspiración de un marte en agua, etc.. En cualquier caso, e independientemente de la posición o elemento en el que se encuentre tu Marte existen algunas recomendaciones practicas que son útiles para tod@s:
- Tomar decisiones individuales con valentía, siguiendo nuestro propio criterio, siendo capaces de asumir los riesgos de equivocarnos y la responsabilidad de las consecuencias, aumentamos progresivamente nuestra motivación, la confianza en nosotr@s mism@s y empezamos a expresar un Marte más sano y regulado.
- La aceptación de nuestro deseo, independientemente de que encaje o encuadre con lo que "debe ser" o "se espera" de nosotros, es otro paso importante. Entender que la aceptación del deseo no tiene porque implicar su actuación. Ser capaz de ver que, aún cuando no todos mis deseos son plausibles, todos ellos pueden ser aceptados por mi mismo es una gran liberación, además nos ayuda a mantener a raya la culpa, la represión y la autocensura que son emociones que nos generan un gran peso y malestar interior. Un acompañamiento terapéutico, puede ser de gran ayuda para esta integración y posterior evaluación sobre cuales de estos deseos pueden ir siendo progresivamente realizados en nuestra vida.
- Fortalecer nuestra capacidad de marcar límites e invertir nuestra energía en aquello que nos motiva y energiza. Ser capaces de enfocar la fuerza y la motivación en lo que TU anhelas, aún cuando te duela defraudar y no complacer, aún cuando se sienta incomodó decir que no o entrar en conflicto o confrontación, aún cuando te sientas culpable, prioriza tus necesidades. Con esto, no propongo avasallar o ignorar a quienes comparten con nosotros espacios y actividades, es necesario encontrar un equilibrio. Aprender a escoger nuestras batallas con madurez, poder identificar cuales son mis valores fundamentales y no negociables para saber cuándo plantarme y no permitir que nadie los vulnere.
En esta tarea necesitaremos también la ayuda de un Saturno (nuestra autoridad interior) integrado. En definitiva y reiterando la referencia al citado, Juan José Alcazar, necesitamos poder y autoridad, "...un buen equilibrio de ambos nos permitirá gestionar el impulso agresivo en este mundo sin caer en una violencia sistemática que no entiende de medida (autoridad sin poder), o en una inhibición pasiva y frustrante (poder sin autoridad)".
Modular nuestra agresividad y canalizarla como impulso constructivo es un trabajo permanente y continuo que aún estamos intentando llevar a cabo como especie.
Esta claro, que el desarrollo social comportaba poder trascender los impulsos violentos como vía de solución a los conflictos, por esto, los códigos morales de la religión o los sistemas jurídicos han llevado el instinto al juicio de lo "malo" y a la represión. Este profundo condicionamiento ancestral nos ha llevado a que ahora tengamos el poder de oprimirnos solos.
En este escenario, y siguiendo las recomendaciones de Liz Greene en "Los planetas Interiores", podemos afirmar que necesitamos expandir los canales por mediación de los cuales pueda actuar y expresarse Marte, y aprender a escoger aquellos que realmente nos proporcionan una gratificación personal, aun cuando no se ajusten a un principio o a un conjunto de expectativas, ya sean estas internas o externas. A veces, incluso necesitamos volver a contactar con nuestro lado "malo" para volver a conectarnos con el instinto...
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Fuentes:
* (2018) Juan José Alcazar, "La agresividad como elemento vitalizador". Blog Espai TCI. enlace: http://blogterapiacorporalintegrativa.com/?p=364
(1996) Greene, L. y Sasportas, H., "Los planetas interiores", Edit. Urano 320p.
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